En los últimos tiempos ha irrumpido con fuerza en nuestras vidas la pringosa y prescindible figura del autodenominado como "experto". Curiosa porque nadie sabe a ciencia cierta que significado tiene dicha titulación de nuevo cuño, su función, propósito y razón de ser. En todo tiempo, cuando se ha querido dar a conocer que una persona estaba altamente cualificada para tratar y opinar de una materia se acudía al término tradicional de maestro. Maestría significaba dominio. Maestría significaba conocimiento. Maestría significaba amor y dedicación. Maestría es sabiduría practica, teórica y espiritual. Maestría conlleva un código deontológico y profesional de alto grado. Maestro es quien resuelve las dudas e ilumina sobre lo desconocido. El maestro es el que transmite la antorcha de la sabiduría, magister es el que juzga con acierto y consideración, el maestro es en toda circunstancia, el rey. El maestro es quien mantiene un secreto, conoce una receta, sigue una regla, conoce por praxis o por intuición la formula oculta, la piedra de toque de su ciencia. Maestros hay pocos, siempre hubo pocos y cada vea abundan menos. A los maestros, con el auge del racionalismo, se les transformó en occidente y después en el resto del mundo, convirtiéndolos en catedráticos porque el racionalismo no aceptaba una ciencia alejada de los tentáculos del estado racionalista. Los catedráticos son pues una imitación de los maestros pasada por el tamiz de una filosofía revolucionaria y francesa llamada racionalismo. Los catedráticos son como maestros en conserva, privados del frescor del contacto con el espíritu. Aún así, los catedráticos tienen como los maestros, un código deontológico elevado, principios científicos, métodos y medios de expresión reconocidos y meritorios. Administran la justicia racionalista y no dudan en guiar el camino sentando cátedra. Logicamente, hay muchos mas de estos maestros en conserva llamados catedráticos que maestros pudo haber en su día.
Pero cuando llega la hora de los "expertos", estos apenas tienen nada en común con los maestros ni con los catedráticos. Para empezar los expertos son legión. En oposició al título de maestro, el de "experto" se concede con premuras en un tiempo record. El experto además, no guarda relación alguna con la praxis, pues unas cuantas lecciones teóricas digeridas a toda prisa son los estandartes del emergente sabio del siglo XXI...
La "emergencia" de los "expertos" en el siglo XXI no es fruto de la casualidad. Responde a la voluntad postmoderna de invertir todos los valores, lo que no puede conseguirse más que por la sustitución de los significantes tradicionales por la alteración de sus contenidos por otros de sentido diametralmente opuesto. Repetimos: no es por casualidad que en nuestros días se requiere el veredicto de los expertos al tiempo que maestros y catedráticos son relegados a las sombras de la incomunicación. Por ello, para dilucidar cualquier cuestión ante las masas, el sistema ha creado la figura del "experto" como agente corruptor de la ideología postmoderna creada por la gran finanza especulativa internacional: el marxismo cultural, la ideología norteamericana por excelencia que se impuso en todo el mundo durante la segunda mitad del siglo veinte. El "experto" sustituye de este modo "cultural" al comisario político del marxismo secular en el modo y las formas "tradicionales" de crear opinión del marxismo ortodoxo. La pistola se sustituye por la subvención y el resultado es la inversión de todos los valores de la sociedad, culturales, religiosos, científicos, morales. Es la vía del marxismo cultural diseñada por Gramsci y los representantes de la escuela de Frankkfürt. Por eso el florecimiento de tantas titulaciones y titulaciones que expiden el certificado de experto, que no es otra cosa -en terminología tradicional o de toda la vida- que un certificado de total ineptitud e ignorancia en la temática de que se trate.
CONTINUARÁ...