LO SAGRADO
En las cercanías de una mezquita se celebra un acto solemne
debido a su reciente restauración. Muchos que están fumando se ven sorprendidos
ante la petición de alguien: se ruega no fumar, estamos en una mezquita. La
misma prohibición tiene lugar en un sector dedicado a la memoria de soldados
caídos. En Israel, a un grupo de extranjeros que cena en un restaurante se le
solicita que no encienda sus cigarrillos, y no por ser un lugar cerrado, sino
por ser viernes: el sábado judío ya había comenzado. Estas exigencias no tienen
su fundamento en un peligro (como, por ejemplo, de posible incendio en una
fábrica) o en la salud (en el caso de un hospital), etc. Hay aquí, más bien, la
intención de salvaguardar y hacer visible una diferencia, una frontera que
distingue un lugar, un tiempo, un objeto no corrientes, de otros irrelevantes o
que, habitualmente, pasan inadvertidos. Y al traspaso del umbral corresponden
actitudes distintas de las comunes.
Aunque las modalidades puedan variar, en todos los casos se
trata de un algo que exige respeto, veneración, homenaje. Lo paradójico radica
en el hecho de que, sin dejar de ser realidades del mundo natural, se produce
la manifestación de algo completamente diferente, de otra cosa, a la que
acompaña esencialmente el misterio.
Esta dignidad excepcional de lo sagrado que interrumpe la
homogeneidad de espacios y tiempos, también se manifiesta en los significados
originales de los términos que aluden a ello. Por ejemplo, en griego, (santo) se opone a (mediocre, común, vulgar)1.
En latín, el verbo
sancio, del que proviene el término sanctus,significa delimitar, hacer
inviolable. Para los antiguos romanos, sanctio era la delimitación de lugares
sagrados y su correspondiente defensa de todo contacto profano. El término
francés sacré corresponde, entre otras, a un orden de cosas separado,
significado que también señala el Oxford Dictionary como una de las acepciones
de sacred. Y, si bien en alemán existen varios términos (sakral, heilig,
geweiht) para designar esta realidad, a pesar de las diversas connotaciones,
permanece aquel sentido de dignidad que sobresale entre un acontecer seriado,
la que, en consecuencia, exige formas particulares de respeto. Recordemos, por
ejemplo, a Kant: "La ley moral es santa (inviolable)"4 que, aunque
estemos en presencia de un significado completamente distinto de santo, con
todo, está presente esa maiestas que hace de lo santo una realidad con consistencia,
fuerte, significativa, que viene a romper con lo homogéneo; es algo inviolable,
por lo tanto, delimitado.
Una de las definiciones de lo sagrado que da M. Eliade es la
siguiente: aquello que se opone a lo profano5, considerando que ambos
constituyen modalidades existenciales diversas de estar en el mundo. Y son
diversas porque tanto el tiempo como el espacio se ven configurados en un modo
propio.
SAGRADO Y PROFANO
Ahora bien, quien habla de algo santo o sagrado en cuanto
opuesto a lo profano, seguramente se referirá a una cualidad o rasgo de una
parte de este mundo, y no, por cierto, a
Dios. Aunque solo a Dios puede llamarse santo de un modo absoluto, nadie lo
designaría como sagrado, pues santo y sagrado quieren decir, más bien, que
determinadas acciones, lugares y tiempos se ordenan a lo divino de una manera
que cae fuera del ámbito de lo habitual. Etimológicamente, profano no entraña
ninguna negativa; se trata de aquello que se encuentra delante (pro-) de lo
santo (fanum), lo que está a las puertas de lo sagrado. Profano no es lo
no-santo... por eso resulta cuestionable aquella tajante definición de Eliade,
pues el ámbito de lo no-sagrado no puede entenderse como algo al margen o
contrario a Dios. Lo profano no debería
comprenderse como lo no-santo sino como lo que está a las puertas de lo santo,
lo que es capaz de santidad, esta nos parece la más razonable definición de lo
profano.
PROFANADO DEL ESPACIO SAGRADO
Por la necesidad que tienen nuestros contemporáneos, los que
en su mayoría han sido testigos mudos de "la muerte de Dios", de buscar
fuera de si un espacio de ruptura con el rigor la depresión nihilista, vemos transitar "lo sagrado" por
nuestras calles: horóscopos, astrología, esoterismo barato llenan páginas de
revistas, libros y hasta emisiones radiales y televisivas. Su relativo éxito
indica que lo sagrado no ha muerto en el interés de nuestros contemporáneos.
Pugna por adquirir dignidad y extenderse, aunque lo haga por esos laberintos de
lo oscuro, adivinatorio, sincrético y marginal. Frecuentemente toca lo
cristiano buscando, contra las expresiones institucionales, sacar a relucir
caras o facetas desconocidas de Jesús, o bien las acciones, relaciones o hechos
ocultos de la Iglesia. Surge así un Cristo marginal, inventado, con rasgos
apócrifos y poca seriedad histórica, pero con gran atractivo para los sedientos
de novedad y de contrapesar el racionalismo intelectual y el hieratismo
institucional con un poco más de fantasía, cercanía y hasta milagrerismo. Esta
trivialización de lo sagrado se da como un intento curioso de recuperar el olor
y sabor del incienso sagrado en medio de la ciudad secular. No podemos pensar
en un mejor ejemplo de esta confusión de lo psíquico con lo espiritual que en
el objeto de culto y mercadeo moderno que es el "Libro de Milagros,
la "revelación" de una psicologa judía neoyorquina que ha sido objeto de obscenos litigios por la posesión de sus derechos de autor...
En toda manifestación, incluso desfigurada, de lo sagrado se
puede captar esa irrefrenable inclinación del hombre hacia su plenificación. Esto es así porque el hombre no encuentra su fuerza y su cohesión solo en si mismo. Y
es que el hombre fue creado no solo a imagen y semejanza de Dios, sino en
amistad con Él. La búsqueda de esta amistad es su verdadero sosiego.
Una "buscadora" que creyó encontrar el sosiego en
el Libro de Milagros nos dejó este recordatorio:
DEBERIA DE HABER SABIDO CON QUIEN ME ESTABA METIENDO, cuando
leí en el Curso, que, después de terminar las lecciones, compañías poderosas
caminarían a mi lado... que, "se te dan ayudantes de muchas maneras... sus
nombres son LEGIóN." (Manual del Maestro, pg. 87). Desafortunadamente,
tuvieron que pasar muchos años desde que leí los evangelios, que supe que, cuando
Jesús expulso unos demonios pregunto, "¿Cual es tu nombre?" y ellos
replicaron, "SOMOS LEGION, pues somos muchos." Mc 5, 9 y Lc 8, 30)
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