«La envidia escuchó esto, y mandó escolarizar a los ulemas/
Para que predicasen a Platón y probasen por Séneca/
que todas las cosas bajo el cielo deben ser comunes/
Pero miente, tan seguro como yo vivo, quien así predica al inculto/
Pues Dios dio a los hombres una ley enseñada por Moisés:/
No codiciarás nada que sea de tu vecino.»
William Langland. René Girard (Crítico literario, historiador y filósofo, padre de la teoría mimética y de libros como "Cuando empiecen a suceder estas cosas...", "La ruta antigua de los hombres perversos", "Veo a Satán caer como el relámpago", "Anorexia y deseo mimético", etc.) ha descrito el deseo de imitar (mimético) como el impulso más profundo del hombre y de los animales.
Indispensable para que el hombre llegue a ser hombre, porque es imitando que aprende a hablar, a caminar, a integrarse a la familia y la sociedad, a una cultura. Girard distingue entre la mimesis de aprendizaje y la mimesis de rivalidad o de antagonismo. El hombre está gobernado por el deseo mimético. Deseamos algo porque el otro lo desea. Y de ahí surge el antagonismo, la rivalidad y la violencia. Es lo que tradicionalmente se ha llamado “envidia”.
La pasión democrática por excelencia es la pasión por la igualdad de condiciones materiales. Está en la base del marxismo y por lo tanto está en la base de la Teología de la Liberación , por lo que la encontramos también, en la base del feminismo islámico. No comparto con Freud su tesis sobre la envidia del pene, no me atrevería a aplicarla a las mujeres en general, aunque ciertamente le encaja perfectamente a las mujeres feministas, que hacen de la imitación de las virtudes varoniles el alfa y el omega de su existencia.
Por causa de la envida, los envidiosos destruyen barreras, suprimen diferencias, reforman mandatos divinos, descargan frustraciones retenidas durante largo tiempo y dan rienda suelta a su envidia y a sus sentimientos de ofendida inferioridad. Incluso crean ministerios que con el dinero de todos pagan conferencias internacionales de la envidia.
La envida es la causa de la rebelión de las masas:
Ayer día 14 de julio se conmemoró nueva e incomprensiblemente la Revolución Francesa , la primera revolución de las masas, fiesta que junto al fin del antiguo régimen celebra señaladamente la muerte de Dios.
Si de algo sirve recordar la Revolución Francesa es para recordarnos que la envidia no se contenta con la eliminación de las diferencias, requiere venganza. De ahí que no baste con matar al enemigo. En las Tullerías, centenares de cadáveres fueron mutilados:
“Los mutiladores cortaron a hachazos miembros para pasearlos en triunfo, y seccionaron genitales para meterlos en las bocas que habían quedado abiertas, o dárselos a los perros”. [Schama 1989, p. 615]. La mujer es por lo general mucho más envidiosa que el hombre, no es de extrañar que una vez las feministas han empezado a poner en marcha sus políticas, de manera unánime y popular hayan recibido el merecido apodo de feminofascistas.
Como decíamos, Girard pone al descubierto el secreto de la violencia latente y escondida en el corazón del hombre de todas las culturas: la envidia respecto de Dios mismo, la envidia in religiosis. El pecado de Shaytan. Recordemos que Shaytan se negaba a postrase ante Adam…
La envidia de Dios provoca la acedia. La acedia se pone de manifiesto en una ansiosa e indebida preocupación por lo exterior y lo mundano: el Islam político, la teología de la liberación, la energía libre. Las preocupaciones habituales de Webislam aparte de la subvención.
La realidad de esta enfermedad que se conmemora el 14 de julio es que a medida que avanza la cultura moderna y que se prolonga y se consume
en la post-moderna, al mismo tiempo que ha ido IMPONIENDO el "progreso" a los pueblos, les ha ido quitando las alegrías de las que no carecían los pobres.
Mientras que el progresismo no siempre ni a todos los ha sacado de la pobreza, sí los ha empobrecido humanamente. Los pueblos que nuestra civilización llama
primitivos suelen cantar de alegría durante el trabajo, se regocijan cuando
comparten sus alimentos, así sean unos mendrugos, se alegran en su
matrimonio y con sus hijos y no necesitan vacaciones para repararse del stress.
La cultura de la globalización laicista globaliza así también su tristeza.
La acedia se pone de manifiesto en un rechazo carente de alegría, malhumorado, y egotista de la vocación de servir a Allah, trastocada en la vocación humana de seguir a su propia diosa razón: servirse a si mismo. El hombre y la mujer acidiosos odian todo lo espiritual (aunque juren ser sufis) y quiere verse exentos de sus exigencias: la sharia.
Según los antiguos teólogos la acedia produce odio contra todo lo bueno: en el caso del feminismo islámico contra el Islam tradicional (El de Ibn al-Arabi y Sehij al-Alawi, el de los Sahabas, el de Muslim y Bujari).
La acedia no es un mal espiritual nuevo, por supuesto. Es conocido como el séptimo pecado capital. Que hoy en día viene en aumento.
Sin querer ahondar en sus financiadores...
2 comentarios:
A-s-Salamu 'alaykum:
Aquí usted ha sentado cátedra. Que más se puede añadir?. Unicamente decir que por todas esas razones, dicha gente se alinean con sus compañeros ideológicos: Cristianos, judíos, yankees, ateos, mariquitas y marimachos. Por esa razón huyen de los musulmanes. Tienen terror que les echemos en cara sus mentiras, que les digamos que su pertenencia a la Umma de Muhammad (sala-l-Lahu 'alayhi wa sallam) ha caducado hace un buen tiempo, se esconden de la verdad pues saben que es un rayo que podría fulminarlos. No tienen amigos en el Islam, pues sus amigos son todos los no musulmanes.
Un abrazo
Salam
¡Protesto! Soy un fabricante de títeres del sistema. Estoy deseando volver a exhibir mi obra en la kaaba como hacían mis antepasados antes de Abraham y luego antes de Mohammad. Es un oficio honesto y bien remunerado.
No entiendo que mal hay en el progesismo y aún menos en el progresismo islámico.
Esto trabajando ¡Honradamente! fabricando títeres para el sistema (ONU, Trilateral, Wilderberg, Partido Comunista, Izquierda Gramsciana, Feminismo Islámico, Control Poblacional, etc.) y usted viene y me los descabeza otra vez. ¡Con lo que cuesta adecentarlos otra vez para que la gente los vea en los medios de komunika-sión! ¡¡Con lo bonita que me había quedadod la peluca de la Ndeye!! Que era un primor verle quitarse y ponerse el foulard según dictase la situación.
Es Vd. un desalmado. Usted no puede llamarse rahmanicus pues no tiene compasión.
Un artesano frustrado
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