El pueblo musulmán converso no supo apreciar cómo el uso individual responsable de los fondos que tan generosamente les habían regalado los hermanos ricos del Golfo era una misericordia para toda la comunidad. Pero el pueblo, muchas veces escaso de instrucción o teníendola corto de miras, no sabría valorar la posibilidad de visitar como si fueran suyas, las numerosas realizaciones que los fundadores de la insigne escuela de subvencionados de Córdoba incorporaron a sus patrimonios en beneficio de la colectividad. La ingratitud no obstante no debe impedir que perseveremos en la generosidad y en la busqueda del bien común. En este órden de cosas, se compraron edificios, fincas, solares, coches, chalets, cortijos. Se construyeron clínicas, mezquitas, urbanizaciones, piscinas. Si bien todo fue escriturado a nombre propio, de fundaciones privadas o de familiares, cualquier musulmán tiene abiertas las puertas a estos establecimientos. Siempre que haya disponibilidad se pueden visitar y asi se puede disfrutar de estos bienes con la ventaja de no tener que mantenerlos o pagar impuestos.
Aunque inicialmente hubo disputas por si debió incluirse en el programa de estudios, se impuso la opinión mayoritaria de que dados los orígenes eminentemente políticos y el Islam fundamentalmente político practicado por gran parte de los primeros conversos, no era necesario impartir la asignatura de ética. Entendieron que de ésta virtud era de lo que andaban más sobrados, prefiriendo reforzar las horas lectivas en la taberna flamenca...