
Es la hora de la verdad para una irrepetible amalgama de burgueses, desheredados, vagabundos, paranoicos y soñadores. Empezar a creer representa, aunque todavía no lo sepan, un paso profundamente transformador para aquella horda de mentes cerradas que meses antes suspiraba por poder algún día quemar una iglesia. ¿Y Dios? Al menos ya no lo tienen en contra, si no que esta vez está de su parte y lo que es mejor: en exclusividad.

Desde esta perspectiva el Islam no resulta verdaderamente tan difícil, representa más bien el gran aliado de la vieja rebeldía juveníl. El Islam permite profundizar más en el proyecto revolucionario y asocial. Lo que entonces entienden por el Islam y la sunna, permite proseguir con el proyecto inicial de destrucción del orden establecido, sin abandonar las maneras gregarias y fuertemente autoritarias que les son tan caras. Sin embargo Allah no llama en vano a ninguna de sus criaturas y la realidad de una forma de vida equilibrada con su vías legales y espirituales se desvela majestuosamente antes estos políticos revolucionarios empedernidos, nuevas realidades con las que nunca habían contado.

La orgía de creatividad todavía duraría unos meses más. Un proyecto de vida comunal en la serranía de Córdoba acabaría con un conato de incendio forestal y arresto masivo por parte de la guardia civil. Una vez exploradas todas las locuras y las utopías contestatarias, el mal ambiente y las deficiencias individuales en el arte de la convivencia junto a los delirios de una supuesta autoridad espiritual que tras romper varios matrimonios se llevaría los cuartos, dispersó definitivamente aquellas semillas iniciales en un amplio abanico de perspectivas y posicionamientos. La unidad se había roto muy rápidamente pero el aprendizaje y la información que se intercambió en aquéllos primeros momentos florecería en lo que con el paso del tiempo sería la aportación característica de los primeros conversos españoles al Islam: la Escuela de Subvencionados de Córdoba.
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