G-POINT no existe, sin duda alguna, dicen los investigadores.
Muchas mujeres juran que tienen uno, pero una nueva revisión de 60 años de investigación muestra que la ciencia aún no puede encontrar el punto G.
Los investigadores han utilizado encuestas, imágenes por resonancia magnética y biopsias las mujeres, todos tratando de localizar y definir el área, presumiblemente orgásmica en la pared vaginal conocido como el G-spot.
"Sin lugar a dudas, una entidad anatómica discreta llamado el punto G no existe," dijo el Dr. Amichai Kilchevsky, un residente de urología de la Universidad de Yale-New Haven Hospital en Connecticut, y autor principal del estudio, publicado 12 de enero en la Journal of Sexual Medicine.
En un estudio realizado entre 1800 mujeres británicas, científicos del King’s College de Londres, están convencidos que ‘la idea del punto G es más que relativa’.
El “Daily Mail” publicó que “Ese punto donde confluirían tantas terminaciones nerviosas que adecuadamente estimulado provocaría un delirio sexual en la mujer no fue encontrado por más que los científicos se empeñaron. En los ensayos participaron 1804 mujeres, de entre 23 y 83 años, y entre ellas gemelas idénticas. Los estudiosos esperaban que al menos ellas coincidiesen en señalar la misma zona erógena, pero tampoco ellas”.
Y continúa informando que “El mito del punto G fue alimentado por terapeutas y sexólogos durante años que probaron con todo tipo de terapias y soluciones para que la mujer descubriese su cima del placer, pero también decepcionó a hombres y mujeres, convencidos de que no eran la pareja adecuada”.
Una doctora que es parte de este estudio manifestó que “lamenta la presión que eso ha supuesto para muchas parejas, es muy irresponsable hablar de una entidad que nunca fue probada y que presiona a mujeres, y también a hombres”.
Algunos sexólogos dicen que “este estudio revela la diferencia que hay entre la ciencia popular y biología o la anatomía”.
El descubridor del punto G fue el profesor judío Ernst Gräfenberg. En 1920 tenía una una clínica en Berlín. En 1937 fue arrestado por haber sacado de contrabando un valioso sello fuera de Alemania. La feminista británica Margaret Sanger, una gran admiradora de Hitler, consiguió que saliera de prisión y que en 1940 se le permitiera salir de Alemania para abrir una clínica en New York.
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