Ensayo
LA PSICOLOGIA DEL SECTARISMO EN TIEMPOS DE ANSIEDAD
Autor: Rafael López-Pedraza
Fecha publicación: 19.06.2007
El sectarismo funciona de diversas maneras: conocí a un hombre joven que, no pudiendo tolerar la aventura de la sombra en el análisis junguiano, se unió a una secta bastante estricta. Este caso dio también mucho de qué hablar entre sus amigos y, personalmente, me dio mucho en qué pensar, tanto que me encontré a mí mismo especulando que ese joven bien podría no ser totalmente un hijo arquetipal de Artemisa, por decirlo así, sino que era más una personalidad adolescente infatuada, un puer aeternus que se había identificado con un éxito precoz en la vida. Después, a sus 30 años de edad, no podía aceptar el fracaso terrenal con su sombra por lo que su psique parecía no ofrecerle otra opción para sobrevivir que la de unirse a una secta, cuyas reglas eran de una severidad tal como prohibirle cualquier acercamiento de sus amigos de otros tiempos.
Le pido al lector que tenga en mente este caso porque pudiera darnos la oportunidad de distinguir entre dos psicologías, que suelen resultar confusas: la psicología del puer aeternus y la del sectario. Por ejemplo, Thomas Moore, en su artículo "Artemis and the Puer", percibe a Hipólito en el contexto del arquetipo del puer aeternus, del eterno adolescente. Lo que yo veo semejante al puer en Hipólito pudiera ser su juventud y también su "…entrega a la adoración de sus palabras etéreas" (las emanaciones verbales de los órficos), como en el hippie de San Francisco. Sin embargo, para mí, esto no es suficiente para considerar a Hipólito como una figura paradigmática del puer. Sus rasgos más importantes son su virginidad y su castidad, lo que yo considero como típico de un hijo arquetipal de Artemisa.
Eurípides pinta en Hipólito el retrato de una personalidad básicamente limitada: adorar solamente a una deidad del panteón griego de dioses y diosas es evidencia de una personalidad limitada y pobre (AVISO PARA MUSULMANES por el profesor Rahmánicus: entiendase esto no como una crítica del monoteísmo, sino como una alusión a quienes siguen a un solo maestro o una sola opinión sin jamás atreverse a bucear en el océano del conocimiento). Los estudiosos de los clásicos coinciden con esta afirmación y describen a Hipólito como una personalidad débil, de una trágica simplicidad. Incluso Hipólito parece aún más débil cuando se le estudia en comparación con otros héroes trágicos -Orestes, por ejemplo, cuya conciencia trágica y la forma en que asume su destino, muestran lo que realmente es el héroe trágico-. Hipólito no muestra una actitud comparable, toda vez que es movido sólo por fuerzas inconscientes y no tiene conocimiento de su propio destino trágico. El no es un héroe trágico, con una conciencia trágica, sino más bien una víctima trágica.
La imagen poética del sectario que nos da Eurípides nos permite ver a la debilidad como un rasgo esencial de la personalidad sectaria. Y yo considero que es éste el rasgo que mueve al adepto a unirse a una secta; no hay energía que sostenga al individuo. Sin embargo, hay una vía más dramática, o incluso más brutal, de detectar los elementos que mueven la necesidad de unirse a una secta. Años atrás, leí un libro de Jean Paul Sartre sobre el judaísmo y el nazismo. No he podido encontrar de nuevo este libro, de manera que tendré que confiar en mi memoria. Al tratar de introducirse en la psicología del nazismo, Sartre trae a colación una analogía con una secta americana, la del Ku-Klux-Klan, cuyos miembros desean 'limpiar' el mundo de la gente negra. Para Sartre, es la mediocridad lo que ha impulsado a esa gente a unirse en una secta. Así que podemos observar una mezcla de debilidad y mediocridad en la psicología del sectario. Debemos estar conscientes de nuestra propia mediocridad porque, de lo contrario, podría pasar a formar parte de nuestra sombra. A propósito, tuve una vez un paciente que consideraba que el logro de su psicoterapia había sido hacerse consciente de su mediocridad.
Al hablar de mediocridad, comenzamos a aproximarnos a la atemorizante y siniestra aparición de la maldad en la secta. Podemos ver una manifestación de ello, con una lente de aumento, en una secta como la de James Jones, quien condujo a un grupo de adeptos hasta un claro de la selva de Guayana, donde tendrían una vida pura y sencilla. Imagino que todos hemos leído los espantosos testimonios de quienes sobrevivieron a ese holocausto. Muchos de ellos parecen ser gente sencilla y cuando explican lo que les llevó a la secta, uno puede tener una evidencia palpable de esa debilidad y mediocridad, que son el impulso de una forma sectaria de vida. Se dejaron influir por el aspecto utópico del sectarismo: por la fantasía de que podrían encontrar la Ciudad de Dios en la selva guyanesa, aunque en verdad siguieron a un loco poseso de sectarismo que los condujo a la muerte. El caso de la secta de Guyana, acompañando al horror, tiene el mayor interés por el número de víctimas y porque fue la primera de una serie de inmolaciones suicidas en sectas, a las cuales el lector ha tenido acceso a través de los media.
En su artículo "Pain and Punishment", Alfred Ziegler se refiere al aspecto psicosomático de la psicología de la utopía que está presente en la psicología sectaria y que se transformó en horror en la secta de Jones. La cruda realidad de la vida en la selva guyanesa sobrepasó la imaginería infernal de Gerónimo el Bosco y del Marqués de Sade, en quienes Ziegler ha basado la imaginería del opuesto destructivo de lo utópico. Debemos tener en cuenta esta contribución de Ziegler sobre el dolor y el castigo psicosomáticos del utópico cuando nos enfrentemos con casos semejantes, porque creo que nos proporciona un enfoque muy acertado de su condición psicosomática. Un autocastigo compensando los vuelos futuristas de la utopía sectaria.
La portada de la edición del mes de mayo de 1991 de la revista Time Magazine, tuvo como titular "The Thiriving Cult of Gred and Power" ("El próspero culto de la avaricia y del poder"), y remitía a un reportaje sobre una secta que se autodenomina la Iglesia de -algo así como- la Cienciología, una secta de la que yo no sabía nada hasta ese momento. La descripción del Time de esa secta, que reclama ser una religión, es impresionante. La concepción del culto es de una demencia difícil de ser catalogada en un manual sobre psicopatología. Por ejemplo, Hubbard, dentista y fundador de la secta, "determinó que los seres humanos están hechos de un conglomerado de espíritus (o 'thetans' como él los denomina) que desaparecieron de la Tierra hace unos 75 millones de años a causa del cruel tirano galáctico Xenu". Dejo a su imaginación adivinar de qué tipo de enfermedad mental nace esta secta. He hecho referencia a la debilidad y a la mediocridad en la psicología sectaria, pero parece que me quedé corto frente a la doctrina básica de la Cienciología. Sin embargo, se trata de una especie de sectarismo que vale la pena explorar y demuestra que no es necesario tener una forma coherente de pensamiento: porque evidentemente mientras más demencial sean sus principios, más exitosa será la secta. Con esto, podemos volver -como en el caso de Pablo- a la observación que hizo Jung a principios de siglo respecto al hecho de que mientras más sectas existan, menos necesidad habrá de instituciones psiquiátricas.
Observamos, a partir del libro de E. R. “Dodds Pagan and Christian in an Age of Anxiety”, que la psicología del sectarismo floreció en una época de ansiedad. Las dos sectas mencionadas, la de Jim Jones y la Cienciología, revelan la incomparable ansiedad de los tiempos que vivimos. En esta visión, también entra el fundamentalismo de las grandes religiones, las cuales expresan su fanatismo mediante el terrorismo. A esta altura, creo que podemos ver que el sectarismo, hoy en día, es una expresión colectiva que no podemos ignorar y que supone un reto para nuestros estudios.
Ahora bien, cuando hacemos psicoterapia, deberíamos estar conscientes de la eventual aparición del sectarismo en el paciente, así como estar listos para reflexionar sobre su manifestación en nosotros mismos, porque, de otra manera, existe el riesgo de que el sectarismo, con su mediocridad, se transforme en la fuerza que controle la situación terapéutica. Necesitamos asimismo saber que existen muchas formas mundanas, mediante las cuales el sectarismo puede introducirse subrepticiamente en nuestras vidas. He tenido la sensación de que la semántica junguiana suele darse por sentada en lo que toca a términos como persona, ego, sombra, ánima, animus, self, etcétera, que acaban convirtiéndose en contraseñas de una secta. Un ejemplo pudiera ser el modo en que el término 'individuación' se ha transformado en una palabra milagrosa. Es necesario aclarar lo que deseamos significar con 'individuación' o con cualquiera de esos términos en un contexto determinado y evitar su estereotipación pues, de otra manera, se corre el peligro de que se convierta en la jerga de la secta. Los balbuceos etéreos de la secta, totalmente desasidos de la realidad corporal y terrena, de los cuales Eurípides era consciente.
Podemos asimismo percibir el sectarismo en la forma en que la gente habla sobre una teoría. A veces, da la impresión de que la psicología está plagada de teorías. Por supuesto que las teorías son una contribución, pero podemos ver a algunos analistas tan apegados a ellas, que las literalizan en una forma similar a lo que hace el sectario con las leyes de su secta. El asunto es que tanto la semántica como las teorías pueden alimentar nuestro latente sectarismo de manera tal que llegamos a experimentar nuestras vidas y practicar nuestra psicoterapia en esos términos.
Muchas personas acuden al análisis junguiano muy versadas de antemano en la teoría y semántica de la escuela y predipuestas a experimentar su terapia y su estudio como una forma de vida sectaria. Traté a una joven mujer, de unos 30 años, licenciada en Historia y, un día, hablando sobre historia, el asunto del sectarismo se coló en la conversación. Me sorprendí entonces cuando me manifestó que, al iniciar su terapia, ella había tenido la fantasía de que estaba ingresando a una secta: ella, yo, el amigo que le había recomendado venir a verme y el resto de mis pacientes estábamos en lo 'correcto', mientras que el resto de la gente estaba 'equivocada'.
Cuando converso con mis colegas y con estudiantes de psicología, a menudo se percibe la presencia de ideas del sectarismo. Siendo el sectarismo arquetipal, esto es inevitable, especialmente cuando un grupo se reúne. Durante los últimos años, la psicología junguiana se ha desarrollado notablemente desde su contexto parroquial en Zürich, hace unas tres décadas, hacia una expansión alrededor del mundo, en donde miles de personas están incorporándose a ella. Sin embargo, ¿se tiene quizás suficiente conciencia de que una expansión de esa clase supone la manifestación de un impulso misionero, penetrado por la energía sectaria?
Hoy, es manifiesto un interés arrollador por la apertura de nuevos institutos, la formación de asociaciones, la puesta en marcha de programas de entrenamiento y la publicación de artículos y libros. Como resultado de ello, la psicología junguiana ha ganado en presencia académica. Podemos decir que, consciente o inconscientemente, se está promocionando una imagen que pudiera ser atractiva para las personas con tendencia al sectarismo, que son débiles e ignoran su mediocridad. La psicología junguiana parece haberse afiliado al colectivo y haber olvidado que la función de la psicología analítica es la de compensar al colectivo. Ahora bien, mi visión de la psicología junguiana actual es la de un conglomerado, en el cual es posible ver a cada cual como individuo. No así cuando aparece como secta.
Se sabe que la psicología junguiana tiene un fuerte gancho para aquel con inclinaciones sectarias. Por un lado, en sus inicios, los estudios de Jung sobre ocultismo en los que fue pionero, y por el otro, su interés por la cultura oriental vista a través del inconsciente colectivo y los estudios de religiones comparadas, que estaban muy en boga antes de la Segunda Guerra Mundial, son cosas que alimentan las proyecciones al gurú, tan características del sectario. (Recuerdo al lector el hippie de San Francisco). Pero también debemos darle crédito al gran sector junguiano que se ha mantenido reflexivo y crítico respecto a Jung y, con esto, ha conservado dentro de ciertos límites las proyecciones que una personalidad tan importante de este siglo provoca.
Debemos recordar que la psicología junguiana se basó en una parte olvidada del alma del hombre occidental -su vida interior-; esto es lo que la ha hecho única y es posible sólo en el encuentro terapéutico de dos individuos: terapeuta y paciente. Después de lo que se ha dicho aquí acerca de la psicología del sectarismo, esto es lo que está en juego, porque esa práctica, basada en el individuo, es justamente lo opuesto al sectarismo. De hecho, ver al 'otro' como un individuo no es tarea fácil. Más si sabemos que lo que podemos obtener como movimiento psíquico depende de cómo podamos integrar la llamada sombra, lo que no sabemos de nosotros mismos. Y en esto no pueden hacerse promesas de 'felicidad' utópica. Debemos aprender a diferenciar entre dos individuos que emprenden la aventura de la psicoterapia y la psicoterapia en la que las teorías y las reglas de la secta han tomado el control. Al menos, deberíamos estar conscientes de la diferencia entre estas dos aproximaciones.
Mi propia naturaleza rehusa verse atada ya sea por teóricas cadenas apolíneas o por las reglas y leyes de una secta artemisal. Sin embargo, aunque es posible que no me vea atrapado por la afiliación a sectas conocidas o a una tendencia determinada, esto no impide la presencia del componente arquetipal sectario y virginal.
Está presente en todos nosotros y hay que reconocerlo. Si de hecho mi naturaleza fuese como lo he manifestado, entonces, ¿por qué estoy interesado en estudiar el sectarismo? ¿Es posible que mi psique esté intentando conectarse con algo que está en oposición a mi naturaleza arquetipal? Creo que tengo cierta habilidad para detectar el sectarismo en su retórica y, asimismo, soy capaz de reflexionar su aparición en mi práctica. Es como si yo tuviera que estar muy alerta frente a algo que temo tanto.
Pensando sobre el tema del sectarismo, me hice consciente de un sentimiento en mí. De hecho, ver al sectarismo como una posibilidad de curación para una personalidad muy débil y vacilante por un lado y, por el otro, ver el diabólico horror de las sectas apocalípticas criminales es suficiente para crear ambivalencias en cualquiera. Pero, hay mucho más al respecto: mientras estaba trabajando en este escrito, tuve la sensación de que, probablemente, estaba rozando esa locura específica y peculiar que es núcleo del sectarismo. Se trata de una sensación extraña, difícil de transmitir con palabras. A pesar de todo, como ya hemos dicho, el sectarismo, en la medida en que lo hemos venido estudiando, crea una ambivalencia al estar en oposición al énfasis esencial que la psicología junguiana hace del self (el sí mismo) como meta -aunque inalcanzable- del vivir íntimo del individuo.
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