"La estirpe humana no es más que un sustrato químico en un planeta pequeño, orbitando alrededor de una estrella mediana, en los suburbios de una galaxia del centenar de miles de millones que existen" Stepehen Hawkins
La escuela de Frankfurt de la que son correligionarios la Teología de la Liberación, el Feminismo Islámico y concretando en el mundo latino el grupo político Webislam, ha hecho de la lucha contra el autoritarismo el caballo de batalla de su proyecto revolucionario. En ningúna otra de sus ramificaciones ideológicas el marxismo cultural ha podido plasmar mejor todas las pulsiones pasionales que desde sus órigenes, normalmente de manera inconsciente, presiden la weltangshaung islamo-marxista. Por eso no es de extrañar que Abdennur haya pasado el cetro del poder a la persona que de mejor manera ejemplifica estas pulsiones mediante el "liderazgo" del feminismo islámico.
La escuela de Frankfurt de la que son correligionarios la Teología de la Liberación, el Feminismo Islámico y concretando en el mundo latino el grupo político Webislam, ha hecho de la lucha contra el autoritarismo el caballo de batalla de su proyecto revolucionario. En ningúna otra de sus ramificaciones ideológicas el marxismo cultural ha podido plasmar mejor todas las pulsiones pasionales que desde sus órigenes, normalmente de manera inconsciente, presiden la weltangshaung islamo-marxista. Por eso no es de extrañar que Abdennur haya pasado el cetro del poder a la persona que de mejor manera ejemplifica estas pulsiones mediante el "liderazgo" del feminismo islámico.
El comunismo (o marxismo) de una manera tan obvia que paradójicamente resulta imperceptible incluso para sus mismos adeptos, lejos de basarse en sesudas disertaciones filosóficas como quisieran hacernos creer sus buques insigia, establece los cimientos de su discuros en pasiones tan familiares como la envidia, el odio, la codicia, etc etc. Como establece claramente el Corán, todas ellas pueden concretarse en una, el orgullo. En resumidas cuentas es el orgullo la causa de la rebelión de Iblis, incapaz de aceptar la superioridad del hombre, lo que le lleva rebelarse contra la misma autoridad de Allah Todopoderoso.
La persona orgullosa, sujeta a la autoridad de otra, odia en primer lugar el yugo que en concreto pesa sobre ella. Esta es la pulsión primaria que mueve a las feministas islámicas y a los líbres intérpretes del Islam, unas no pueden soportar la autoridad de los hombres por más que esté justificada en el Libro Luminoso por las obligaciones extraordinarias de los hombres hacia las mujeres, los otros no pueden soportar la autoridad de los grandes maestros de los primeros siglos del Islam.
En un segundo grado, el orgulloso odia genéricamente todas las autoridades y todos los yugos, y más aún el propio principio de autoridad, considerado en abstracto. No puede extrañarnos entonces que el odio al patriarcado amalgame a todo tipo de individuos tocados por la pasión del orgullo.
Y porque este individuo odia toda autoridad, odia también toda superioridad, de cualquier orden que sea. De ahí la necesidad que tienen de ocultar su odio mediante la promesa mesiánica (imposible de cumplirse) del paraíso igualitario (en la familia, entre los sexos, en el trabajo, en la economía etc.). El/Ella ha encontrado la cohartada que oculta sus pasiones en la consecución de la utopía igualitaria.
En todo esto hay un verdadero odio a Allah (que lo ha creado todo mediante escalas/jerarquías).
Y porque este individuo odia toda autoridad, odia también toda superioridad, de cualquier orden que sea. De ahí la necesidad que tienen de ocultar su odio mediante la promesa mesiánica (imposible de cumplirse) del paraíso igualitario (en la familia, entre los sexos, en el trabajo, en la economía etc.). El/Ella ha encontrado la cohartada que oculta sus pasiones en la consecución de la utopía igualitaria.
En todo esto hay un verdadero odio a Allah (que lo ha creado todo mediante escalas/jerarquías).
Son varios los aspectos de ese igualitarismo radical y metafísico:
1. Igualdad entre los hombres y Dios: de ahí el panteísmo, el inmanentismo y todas las formas esotéricas de
religión, que pretenden establecer un trato de igual a igual entre Dios y los hombres, y que tienen por objetivo saturar a estos últimos de propiedades divinas. Este comportamiento es especialmente común en las shangas budistas y en el induhismo ready-made para occidentales.
religión, que pretenden establecer un trato de igual a igual entre Dios y los hombres, y que tienen por objetivo saturar a estos últimos de propiedades divinas. Este comportamiento es especialmente común en las shangas budistas y en el induhismo ready-made para occidentales.
2. El atéo es un igualitario (un orgulloso-a) que, queriendo evitar el absurdo que hay en afirmar que el hombre es Dios, cae en otro absurdo, afirmando que Dios no existe.
El laicismo es una forma de ateísmo, y por tanto de igualitarismo. Afirma la imposibilidad de que se tenga certeza de la existencia de Dios. De donde, en la esfera temporal, el hombre debe actuar como si Dios no existiese. O sea, como persona que destronó a Dios (Islam para atéos).
3. Igualdad en la esfera teológica: supresión de la necesidad del califato, negación del imamato masculino, del magisterio de los sahabas y de los ulemas tradicionales.
4. Igualdad entre las diversas religiones: todas las discriminaciones religiosas son antipáticas porque ofenden la fundamental igualdad entre los hombres. Por esto, las diversas religiones deben tener un tratamiento rigurosamente igual. El que una religión se pretenda verdadera con exclusión de las otras es afirmar una superioridad, es contrario a la mansedumbre evangélico/mesiánica, origen del igualitarismo.
5. Igualdad en la esfera política: supresión, o por lo menos atenuación, de la desigualdad entre gobernantes y gobernados. El poder no viene de Dios, sino de la masa que manda e impone sus ideas y creencias, que interpreta la Revelación sobre los ulemas. Las asambleas como sistema de gobierno islámico cuasi hippy, a pesar que la shura islámica en sus orígenes lo que elige es a un califa omnipotente.
6. Proscripción de la monarquía y de la aristocracia como regímenes intrínsecamente malos por ser anti-igualitarios. Sólo la democracia es legítima,
7. Igualdad en la estructura de la sociedad: supresión de las clases, especialmente de las que se perpetúan por la vía hereditaria. Abolición de toda influencia aristocrática en la dirección de la sociedad y en el tonus general de la cultura y de las costumbres (escuela de Frankfurt, revolución cultural china, pol-pot).
La jerarquía patriarcal tradicional debe ser destruida por cualquier medio.
8. Abolición de los cuerpos intermedios entre los individuos y el Estado, así como de los privilegios que son elementos inherentes a cada cuerpo social. Entre los grupos intermedios que serán abolidos, ocupa el primer lugar la familia.
Mientras no consigue extinguirla, la Revolución procura reducirla, mutilarla y vilipendiarla de todos los modos.
Mientras no consigue extinguirla, la Revolución procura reducirla, mutilarla y vilipendiarla de todos los modos.
9. Igualdad económica: nada pertenece a nadie, todo pertenece a la colectividad. Supresión de la propiedad privada, del derecho de cada cual al fruto integral de su propio trabajo y a la elección de su profesión.
10. Igualdad de almas: la educación obligatoria, lo políticamente correcto (la Escuela de Frankfurt) y la propaganda modela todas las almas según un mismo padrón, quitándoles las peculiaridades y casi la vida propia. Hasta las diferencias de psicología y de actitud entre los sexos tienden a menguar lo más posible todo esto, llegando al paroxismo con la imposición autoritarista de la Ideología de Género. Desaparece el pueblo, que es esencialmente una gran familia de almas diversas pero armónicas, reunidas alrededor de lo que les es común. Y surge la masa, con su gran alma vacía, colectiva, esclava.
11. Igualdad en todo el trato social: como entre mujeres y hombres, mayores y menores, patrones y empleados, profesores y alumnos, esposo y esposa, padres e hijos, etc.
12. Igualdad en el orden internacional: el Estado es constituido por un pueblo independiente que ejerce pleno dominio sobre un territorio. La soberanía es, así, en el Derecho Público, la imagen de la propiedad. Admitida la idea de pueblo, con características que lo diferencian de los otros, y la de soberanía, estamos forzosamente en presencia de desigualdades: de capacidad, de virtud, de número, etc. Admitida la idea de territorio, tenemos la desigualdad cuantitativa y cualitativa de los diversos espacios territoriales. Se comprende, pues, que la Revolución, fundamentalmente igualitaria, sueñe con fundir todas las razas, todos los pueblos y todos los Estados en una sola. Otro mundo es posible, concretamente el NWO o gobierno mundial.
l3. Igualitarismo y odio a Dios: La diversidad de las criaturas y su escalonamiento jerárquico son un bien en sí, pues así resplandecen mejor en la creación las perfecciones del Creador. La tradición islámica asevera que tanto entre los Angeles como entre los hombres, en el Paraíso Terrenal como en esta tierra, la Providencia instituyó la desigualdad. Por eso, un universo de criaturas iguales sería un mundo en que se habría eliminado, en toda la medida de lo posible, la semejanza entre criaturas y Creador.
Odiar, en principio, toda y cualquier desigualdad es, pues, colocarse metafísicamente contra los mejores elementos de semejanza entre el Creador y la creación, es odiar a Dios.
14. Los límites de la desigualdad: claro está que de toda esta explanación doctrinaria no se puede concluir que la desigualdad es siempre y necesariamente un bien.
Todos los hombres son iguales por naturaleza, y diferentes sólo en sus accidentes. Los derechos que les vienen del simple hecho de ser hombres son iguales para todos: derecho a la vida, a la honra, a condiciones de existencia suficientes, al trabajo y, pues, a la propiedad, a la constitución de una familia, y sobre todo al conocimiento y práctica de la verdadera Religión.
Y las desigualdades que atenten contra esos derechos son contrarias al orden de la Providencia. Sin embargo, dentro de estos límites, las desigualdades provenientes de accidentes como la virtud, el talento, la belleza, la fuerza, la familia, la tradición, etc., son justas y conformes al orden del universo.
Todos los hombres son iguales por naturaleza, y diferentes sólo en sus accidentes. Los derechos que les vienen del simple hecho de ser hombres son iguales para todos: derecho a la vida, a la honra, a condiciones de existencia suficientes, al trabajo y, pues, a la propiedad, a la constitución de una familia, y sobre todo al conocimiento y práctica de la verdadera Religión.
Y las desigualdades que atenten contra esos derechos son contrarias al orden de la Providencia. Sin embargo, dentro de estos límites, las desigualdades provenientes de accidentes como la virtud, el talento, la belleza, la fuerza, la familia, la tradición, etc., son justas y conformes al orden del universo.
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